lunes, 7 de diciembre de 2015

El Lápiz Mágico

      Este relato lo escribí para el taller literario de Literautas, longitud máxima de 750 palabras y como título:"El Lápiz Mágico". 

El Lápiz Mágico

     Adrian acarició con adoración El Lápiz, recreándose en la madera, palpando su afilada punta. Aquel lápiz era especial, escribía suavemente, apenas arañando la superficie del papel y se podía borrar con facilidad. Era un romántico y le encantaba escribir a la vieja usanza. No tenía la suficiente destreza para usar una pluma, como le hubiera gustado. Le entusiasmaba escribir a lápiz, fue con el lápiz con lo primero que adquirió habilidad para escribir con una letra más o menos presentable, algo que jamás pudo conseguir con el bolígrafo.
     Las letras fluían con facilidad sobre el papel. Llevaba tiempo enfrascado en aquella historia. Su anterior libro había sido todo un éxito de ventas, y durante un tiempo estuvo bloqueado ante la presión de repetir triunfo, pero las musas habitan en los lugares más insospechados, y fue viendo el telediario del mediodía cuando le llegó la inspiración. Imágenes de la terrible tragedia de los refugiados sirios le dieron la idea. Se imaginó la desgracia de aquellas gentes, que huyendo de una guerra que no entendían, fueran a sufrir una muerte aún más incomprensible.
     Su mano siguió escribiendo “Salim, había salvado la vida por muy poco. Cuando le sacaron de entre los escombros su pelo largo ensangrentado le hacía parecer un Cristo crucificado. Le dijeron que había sido un milagro. Y ciertamente debía de serlo, ya que de todos los habitantes de aquel enorme edificio, solo él había sobrevivido…”
     Se removió dolorido en la silla, el reloj marcaba las diez de la noche. Aún escribiría más esa noche antes de dormir, pero ahora se iba a tomar una buena sopa, no había nada mejor para esas frías noches de invierno que un buen caldo caliente.
      El tazón humeaba entre sus manos y Adrian se deleitó al sentir el calor que se extendía por todo su ser. No dejaba de pensar en la historia que tenía entre manos. Salim era un gran personaje que le iba a dar mucho juego en la novela. Aquel terremoto era el verdadero principio de la historia, tras la presentación de personajes había llegado al punto en el que todo empezaba a desencadenarse.
     Volvió a su escritorio, su sancta sanctórum. Cogió El Lápiz, lo sentía como algo vivo que le guiaba ágilmente en el proceso de la escritura. Había rescatado aquel extraño lápiz del expositor de una vieja tienda de antigüedades en el histórico Madrid de las letras. Madera noble, grafito de primera calidad; incluso las extrañas filigranas talladas que cubrían gran parte de la madera, le eran agradables al tacto. Todo en aquel lápiz le empujaba a la escritura. Así que encendió la vieja lámpara, releyó los últimos párrafos y continuó con la historia…
    Eran aún las seis de la mañana cuando sintonizó el canal 24 TV. Le gustaba estar al tanto de lo que ocurría en el mundo, muchos de sus relatos estaban inspirados en noticias ocurridas en los puntos más remotos del mundo; otras tenían su origen en extraños y oscuros sucesos acaecidos en algún callejón de Madrid. Aquella mañana el presentador estaba comunicando las últimas novedades sobre la guerra en Siria: “El denominado Estado Islámico avanza imparable sobre Siria. Las fuerzas occidentales intentan frenar su avance sin éxito, y para empeorar aún más si cabe la situación, nos llegan noticias de un gran terremoto ocurrido anoche en la parte Norte del País, la más castigada por la guerra. Tenemos imágenes de lo sucedido, facilitadas por la televisión alemana, la única presente en la zona…”
    Adrian, observaba horrorizado la destrucción causada por el seísmo. La cámara se había centrado en un edificio de gran tamaño que había colapsado y quedado reducido a grandes cascotes desparramados por la zona. Unos paisanos estaban rescatando de entre los restos a un individuo de larga melena. Los subtítulos decían que se trataba del único superviviente, de nombre Salim ab Salad que había resultado sorprendentemente indemne.
     La cabeza de Adrian comenzó a dar vueltas, aquel hombre era idéntico a su personaje, incluso se llamaba igual y el terremoto…todo había ocurrido como relataba en su historia. El café que sostenía entre sus manos cayó al suelo, sus piernas le llevaron atropelladamente hasta su escritorio. Horrorizado, vio como brillaban las extrañas filigranas de aquel maldito lápiz, su luz se derramaba sobre la última hoja escrita. Adrian releyó la última frase “aquel terremoto sería el primero de una serie de terribles catástrofes que cambiarían el mundo para siempre…”. Adrian cerró los ojos cuando todo el edificio comenzó a temblar.

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